Obituario. Por: Manuel Galindo Arias
Ignacio fue mi residente en el Hospital Universitario de la Samaritana. Desde esas lejanas épocas su carácter de líder era evidente dentro de sus compañeros y de las salas de cirugía de esa institución de reconocido prestigio en Bogotá. Juntos hicimos una gran empatía, particularmente desde que llegamos a ser parte del grupo de instructores de esa entidad, y meses más tarde, cuando nos vinculamos a la nómina de la Clínica San Pedro Claver.
Seguimos unidos, por afinidad política y por amor al gremio, en Asmedas seccional Cundinamarca y llegamos, siendo muy jóvenes, a la junta directiva de la Sociedad Cundinamarquesa de Anestesiología. Fue en esta última organización científica y gremial a donde Ignacio llevó sus ideas de la elaboración de una ley que hiciera que la anestesiología fuera reglamentada, de manera tal que quien ejerciera esta especialidad estuviera adecuadamente capacitado, en una institución universitaria de primera calidad.
Cuando la asamblea de la S.C.A.R.E. aprobó la idea, en agosto de 1987 en Cartagena, acompañé a Ignacio por los pasillos del Congreso de la República y por las oficinas parlamentarias, para lograr que el presidente César Gaviria firmara la Ley 6ª el 16 de enero de 1991. Es invaluable la existencia de esta ley que, como dijo Ignacio en uno de sus libros, es un modelo de garantía de calidad en el ejercicio de nuestra ciencia-arte. “Ni siquiera los anestesiólogos norteamericanos tienen esa garantía, pues en más del 40 % de las anestesias laboran enfermeras especializadas.”
Cuando llegamos a las directivas de S.C.A.R.E., nuestra sociedad compartía unas pequeñas oficinas, con cinco secretarias para cincuenta sociedades científicas. Hoy, gracias al Fepasde, la gran obra de Ignacio, el gremio cuenta con una poderosa organización que presta muchos servicios a sus más de 60.000 asociados, como acompañamiento en caso de demandas, asesorías jurídicas, cursos virtuales, acceso a préstamos, soporte logístico para eventos, etc.
La Sociedad Colombiana de Anestesiología le debe mucho al doctor Ignacio Ruiz Moreno.
Al lado de sus aportes a nuestra sociedad científica, Ignacio fue quien impulsó la creación del Colegio Médico Colombiano. “Lo acompañamos en su primera directiva”
Aparte de sus condiciones de liderazgo y de hombre emprendedor, Ignacio era un hombre con un gran sentido de solidaridad. Su trato era afable, trataba a todos de la misma manera, nunca discriminó a nadie. Siempre de buen humor, tenía un genuino interés por los problemas de las personas con las que se relacionaba. Como todos, no era monedita de oro. Sin buscarlo tuvo malquerientes, pero nunca quiso guardar rencores y perdonó a quien alguna vez lo ofendió. Últimamente trabajó en anestesia en cirugía plástica, para finalmente retirarse a su casa campestre en Tabio, al lado de su esposa Tatiana, en donde escribió algunos libros sobre el gremio y acerca de interesantes reflexiones filosóficas sobre la vida, algunas de ellas tremendamente prácticas.
A su esposa Tatiana, a sus hijos María Alejandra, María Paula y Manuel Ignacio, mis sinceras manifestaciones de solidaridad en estos momentos tan difíciles por los que están pasando. Abrazo fraterno.
Manuel Galindo Arias